El triunfo de la muerte

El triunfo de la muerte

viernes, 28 de noviembre de 2014

Medidas ante la enfermedad

El nombre del tema "El oro, el fuego y la horca" procede del protomédico Giovanni Filippo Ingrassia al referirse a las medidas que toma el poder civil para la erradicación de la peste.

El fuego servía para la desinfección y combustión de sustancias infectas a través de la fumigación de sustancias aromáticas.

Para hacer frente a la enfermedad se van a llevar a cabo una serie de medidas administrativas, reactivas y defensivas. Este abanico de actuaciones se va a desplegar en dos fases: la primera es la acción preventiva para evitar así la posible recepción del mal, esto está relacionado con la mentalidad sobre la enfermedad, se consideraba esta como una realidad potencialmente resultante de las malas condiciones higiénicas, vemos así el desarrollo de una legislación en lo referente a la limpieza de las calles, una mayor vigilancia de oficios como matarifes o curtidores que podían incrementar en mayor medida la suciedad urbana etc. La segunda fase era evitar que la enfermedad llegara desde lugares previamente contagiados. Muchas ciudades van a enviar observadores a otros pueblos para cerciorarse de la realidad sanitaria sobre el terreno, esto en ocasiones se llevaba a cabo de forma secreta. En relación a esto podemos observar la proliferación de prácticas fraudulentas como los intentos de sobornos de los pueblos a estos sanitarios para que redactaran un informe favorable por miedo a que se levantaran cordones sanitarios sobre ellos, lo que produciria un aislamiento de estas poblaciones con las consecuencias funestas surgirían. Todo este clima de alerta produjo que en las entradas de las ciudades se colocaran sanitarios para controlar el acceso de las personas. Las más expuestas en ese sentido eran las ciudades marítimas por el tráfico comercial que se va a desarrollar en ellas, si se tenían dudas sobre la procedencia del barco y las características de su carga se le podía denegar el acceso al puerto.

Si a pesar de todo lo dicho anteriormente la enfermedad penetraba en la ciudad las autoridades llevaban a cabo labores de asistencia, limpieza y aislamiento de los enfermos.

En referencia a los sanitarios de la ciudad, algunos de ellos huían por temor al contagio, esto obligaba a las autoridades de la ciudad a contratar médicos del exterior con la promesa de un salario importante y oficios futuros en la ciudad, estos sufrían un alto riesgo de contagio puesto que estaban obligados a visitar a los enfermos en sus viviendas particulares o en los hospitales.

Una vez se producía el contagio de una persona se procedía a su aislamiento en la vivienda con el sellado de esta, en la puerta se solía colocar un distintivo de color rojo en forma de cruz para advertir a los vecinos.

Al iniciarse los contagios se llevaban a cabo matanzas generalizadas de perros y gatos porque se les consideraba responsables de la enfermedad.

En cuanto a los objetos expuestos a la epidemia se procedía de dos formas: desinfección o desintegración del objeto mediante el uso del fuego. El uso del fuego se llevaba a cabo mayoritariamente en los objetos de escasa cuantía y antiguos, esta medida suponía un problema grave para las clases populares puesto que en muchas ocasiones estos objetos eran lo único que tenían y podían legar a sus hijos una vez muertos.

Como hospital de contagiados se prefirieron los edificios religiosos situados en extramuros, alejando así la enfermedad de la urbe en cuestión.

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