El triunfo de la muerte

El triunfo de la muerte

martes, 16 de diciembre de 2014

Objetivos del Blog

Nuestro objetivo con la realización del blog ha sido obtener una visión más profunda de la materia en cuestión y poder compartir el conocimiento adquirido con otras personas que puedan estar interesadas en el tema de las epidemias durante la Edad Moderna. En cuanto al formato, hemos escogido el blog puesto que nos parece la herramienta más apropiada para poder interactuar con un mayor número de personas. Para conseguir esto citado anteriormente hemos utilizado todos los recursos a nuestro alcance como por ejemplo vídeos, libros, imágenes, etc.

lunes, 15 de diciembre de 2014

La Peste

La peste del siglo XIV fue la plaga más grave que asoló Europa desde la antigüedad tardía y la famosa peste de Justiniano. En Europa exterminó a un tercio de la población según estimaciones, ya que las fuentes confiables son escasas. No solo afectó a Europa, sus efectos se dejaron sentir también en el mundo musulmán, ya que los barcos genoveses cargados con ratas infectadas que huían del asedio de Caffa no solo recalaron en puertos europeos, muchos se refugiaron en Alejandría y otros puertos mediterráneos. En Oriente Medio murió a causa de esta epidemia entre un tercio y un cuarto de la población. 

El triundo de la muerte, por Peter Brueghel el Viejo (1562. Museo del Prado.

La diferencia principal entre estas dos áreas – Europa y Oriente Medio – es la capacidad para responder ante este problema y poner en marcha medidas funcionales para combatir el mal. En Europa, a partir de 1450, la peste dejó de tener un impacto tan grave sobre la población si exceptuamos algunos brotes puntuales durante toda la edad moderna, en Oriente Medio, al contrario, la peste siguió impidiendo el crecimiento de la población hasta bien entrado el siglo XIX.

Extensión de la epidemia

Las pestes durante la edad moderna fueron más virulentas en las ciudades debido a que es en ellas donde es más fácil contagiarse, es por ello que no eran infrecuentes los episodios violentos en las zonas rurales contra aquellos que huían de las ciudades intentando salvarse.

Uno de los muchos problemas que surgieron a la hora de combatir la peste es la actitud que tenían los gobernantes entonces, ya que, influidos por una cosmovisión cristiana, pensaban que el origen de la peste era moral, es decir, era un castigo divino. Esto se suma a la concepción que se tenía acercad de la relación entre Dios y el hombre, que estaba definida por una especie de contrato en el que éste último era el centro de un gran plan, por lo que resulta impensable que una enfermedad que afectaba a un animal inferior como las ratas pudiera afectar a un hombre. Vemos aquí un desprecio absoluto hacia la observación empírica (considerada también como algo propio de campesinos, artesanos o de gentes de clases bajas) que impedía por una parte establecer una relación de la rata con la peste y a su vez con el contagio en humanos y por la otra el establecimiento de una respuesta eficiente que impidiera la monstruosa mortalidad causada. No olvidemos que nos encontramos en tiempos precientíficos: la medicina aún se encontraba dentro del paradigma antiguo, siguiendo las enseñanzas de Hipócrates o Galeno, según los cuales, esta enfermedad en concreto estaba causada por el aire contaminado (miasma), por lo que las medidas tomadas consistían en recoger las inmundicias que había en la ciudad (entrañas de los animales de las carnicerías, excrementos, etc.) y arrojarlas fuera de ella, así como expulsar a personas consideradas moralmente contaminantes, como las prostitutas. Siguiendo esta línea, en los primeros momentos de expansión de la peste de 1348, se organizaban grandes procesiones multitudinarias de penitentes, en las que probablemente hubo muchos contagios, para mostrar el afligimiento por los pecados cometidos ante Dios, es solo un ejemplo de cómo una concepción errónea no solo no ayuda a combatir el problema sino que puede incluso actuar como agravante. Hay que tener en cuenta que esa es la poco acertada información que tenían las élites, la población general, especialmente los que vivían en el medio rural, que eran mayoría achacaban a demonios y almas errantes el contagio de la enfermedad.

La peste negra en Finlandia en 1350, por Hugo Simberg (1906) 


Los primeros controles que tuvieron algo de efectividad  fueron aplicados en la Italia renacentista, en cuyas ciudades el movimiento humanista iba ganando terreno a la ortodoxia católica. En Florencia por ejemplo fueron aplicadas las siguientes medidas:
  • Control de los movimientos humanos
  •  Sepultura de los muertos en fosas comunes designadas y destrucción de objetos personales
  • Aislamiento de los potenciales infectados y garantía de atención médica y comida a cargo de la ciudad
  • Mantenimiento de aquellos afectados por el cierre de mercados y prohibición de otros actos multitudinarios como las procesiones y otras concentraciones de personas


Estas medidas como es de suponer, tenían un coste muy alto, que por supuesto no pagaba la aristocracia, que estaba exenta del pago de impuestos, sino que la carga impositiva recaía mayoritariamente en el pueblo llano, lo que provocaba frecuentes desórdenes, ante los que las autoridades respondían con dureza. Un ejemplo de esto es el lema que la ciudad de Palermo adoptó en 1576 en un brote pestífero: Oro, Fuego y Horca. Oro para pagar los costes, fuego para los objetos de los infectados y horca para quien lo cuestionase.

Una medida bastante común la Italia septentrional del renacimiento, pero no solo, consistía en la creación de casas especialmente construidas para albergar y concentrar a los apestados en ellas, con las previsibles consecuencias de mortandad catastrófica, un ejemplo de esto lo tenemos en la peste que asoló Génova en 1656, llegando la tasa de mortalidad al 70% de la población debido a este tipo de actuaciones.

Hospital de Apestados, por Francisco de Goya (ca. 1808 - 1810). Colección Marqués de la Romana, Madrid.


Por supuesto estas medidas encontraban resistencia, amparadas por las creencias populares, pues no se podía esperar que la sociedad de aquella época,  inmersa en un paradigma de conocimiento muy distinto que ya hemos descrito someramente pudiese llegar a comprender el porqué de su aplicación. Mucha gente hacía caso omiso de las órdenes relativas a los enterramientos y daban sepultura a sus muertos por su cuenta. Mencionar también las consecuencias que podía llegar a tener el cerrar los centros de sociabilidad como las tabernas o el dejar sin sustento a mucha gente cuyas actividades económicas se veían totalmente interrumpidas en una cuarentena.

La peste y la aplicación de las citadas medidas fueron un elemento catalizador de las formas de poder en la edad moderna, ya que estas medidas autoritarias reafirmaron el poder de quienes las ponían en marcha, pues su aplicación requería de un gran control político y jurídico, y no olvidemos tampoco que la peste afectaba a todos, por lo que las aristocracias también se verían afectadas por ellas. Esta respuesta se aplicó primero como decíamos en Italia y no llegaron a Europa hasta muchos años después, coincidiendo con el proceso de creación y afianzamiento del estado moderno. Esto es debido a la diferencia que hay entre poner estas medidas en práctica en una ciudad, que en un país entero.

Los brotes de peste podían tener también consecuencias en un ámbito más macro, hasta el punto de provocar su decadencia, un ejemplo de ello son las alteraciones de Venecia del siglo XVII, en 1629, los oligarcas venecianos ignoraron el aviso de que la peste se acercaba y juzgaron innecesaria la aplicación de un cordón sanitario (que podía tener nefastas consecuencias para una ciudad comercial), propagándose finalmente hacia la ciudad y acabando con una gran parte de su población. Esto provocó el abandono de las posiciones comerciales venecianas en el Mediterráneo Oriental, lo que fue aprovechado por comerciantes ingleses y holandeses. Venecia nunca pudo recuperarse, entrando en una larga decadencia.

A partir del siglo XVII, las élites gobernantes se percataron de que las medidas contra la peste daban resultado si se aplicaban en una zona lo suficientemente grande. Esto coincidió con el cambio de mentalidad que supuso el fin de la guerra de los 30 años y un nuevo orden internacional. Ahora los ejércitos iban a ser profesionales y se establecían ciertas reglas de la guerra para evitar los terribles actos que habían sucedido en el citado conflicto.

Las medidas ya han sido comentadas con anterioridad, y son paralelas a la centralización del estado. Incluyen el control de los caminos entre regiones sanas e infectadas en combinación con cuarentenas marítimas. Esto hará que la peste se repliegue entre finales del siglo XVII y principios del XVIII.

Una de las medidas que hay que destacar por sus consecuencias ideológicas es el control de fronteras entre Europa Central y el Imperio Otomano y el Levante, donde la peste aún prevalecía, lo que originó una brecha ideológica entre el Occidente cristiano, civilizado y libre de peste y un Oriente Medio musulmán, primitivo y enfermo.

Grabado en madera inglés sobre la Peste Negra. 1656.

sábado, 13 de diciembre de 2014

La Peste en Egipto

La primera gran oleada de peste del siglo XIV se estima que causó una mortalidad de hasta un tercio de la población en Egipto, provocando una hambruna ya que la población campesina que sobrevivía huía de las zonas rurales hacia Alejandría o el Cairo. 

Una de las explicaciones que se puede ofrecer a esta situación es el inmovilismo social y político que existía en Egipto, cuyo estado estaba controlado por los mamelucos, una élite social a la que no se accedía por herencia, sino que eran un grupo militar cerrado cuyos miembros eran de origen esclavo cuyo lugar de origen estaba muy lejos de Egipto. Este estado estaba administrado mayoritariamente por cristianos coptos, que difícilmente podían tener una percepción adecuada del problema ya que les estaba prohibido el acceso a la propiedad de las tierras rurales. A todo esto hay que sumarle que gran parte de los ingresos de Egipto procedía del comercio, por lo que la caída de la producción agraria no era un problema de primer orden como lo podía haber sido en la mayor parte de las zonas de Europa, además de que las medidas que podían ser adoptadas eran consideradas como un obstáculo para la actividad comercial. Curiosamente, los nómadas egipcios consiguieron evitar los embates de la peste, ya que eludían el contacto con los sedentarios y se desplazaban más rápido que la enfermedad, es por ello que su población se mantuvo constante.

Otro problema a la hora de atajar la epidemia era la mentalidad dominante. La peste era percibida como algo que Allah dispone, y la población general simplemente no iba a zonas con peste, pero tampoco escapaba de ellas si llegaba (hablamos de la peste como mal endémico de Egipto, no de grandes episodios como el del siglo XIV). Era algo que simplemente sucedía y por ello no había chivos expiatorios como sí ocurría en tierras cristianas.

Las pestes no remitirían en Egipto hasta la llegada del gobierno de Mohammed Alí en el siglo XIX. Esto tuvo importantes consecuencias en el crecimiento de su población: en 1346 la población de Egipto era de 8 millones mientras que en 1805 era solo de 3. 

viernes, 12 de diciembre de 2014

El contagio de la peste: miedo y desestructuración social

El caso concreto de la peste supuso un punto y aparte en el miedo que causaba a la población. Era muy extendida la creencia de que esta enfermedad se transmitía con la mera mirada, pero lo cierto es que se propagaba por el aire y de muy sencilla manera. Cualquiera podría contagiarse teniendo un mínimo contacto con un paciente de este mal.

Esto supuso una grave desestructuración social, así como un horror para todo aquel que padeciese los síntomas, pues era rápidamente apartado de la sociedad y aislado del contacto humano; no podía relacionar ni tan siquiera con sus parientes y seres queridos, lo cual suponía una dramática situación para todos los afectados.

Este comportamiento no variaría con el paso del tiempo, y a la hora de tratar un caso de peste era inevitable que esta situación se repitiese. Nadie quería tener proximidad con el enfermo dados los riesgos que ello suponía, de modo que eran abandonados en sus residencias dónde sufrían y fallecían, o trasladados a espacios externos a las zonas urbanas donde igualmente eran apartados todos los pacientes hasta fallecer; de esta labor se encargaban profesionales sanitarios que se arriesgaban a contagiarse.
Una conducta muy común ante signos de contagio en la localidad dónde se residía era la huída a otras zonas y fueran urbanas o rurales. En este éxodo improvisado no se tenía en cuenta la posición social de las personas, así como su riqueza o su cargo y autoridad; simplemente se buscaba el alejarse del foco de la enfermedad. Sin embargo, la mayoría de personas que lograban escabullirse de su ciudad antes de que esta se aislase por la enfermedad solían estar ya contagiadas, de manera que suponían un factor más que expandiese la peste por el mundo.

Por otro lado se encontraban aquellos que por el ya nombrado aislamiento, o por la falta de capacidad de reacción o de valor, no abandonaron sus localidades. En este aislamiento al que se veían sometidas las ciudades la población vivía bajo el miedo y la desconfianza, un descontrol que únicamente aceleraría su declive y caída, junto a la de sus habitantes. Había sin embargo quienes preferían mantenerse al margen del caos de la calle y se refugiaban en sus casas, adoptando una postura religiosa y de oración; fue especialmente duro para ellos el no poder velar a sus familiares por miedo al contagio.

En contraparte a ellos se muestran aquellos que preferían dedicarse al exceso y desenfreno, buscando el apurar sus últimos momentos de vida.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sífilis



Uno de los problemas a la hora de estudiar esta enfermedad es que el ser afectado por ella suponía un estigma (llegó a sustituir a la lepra como estigma) que la población trataba de evitar, es por ello que en los registros de defunciones y otras fuentes para el estudio de la epidemiología cuesta rastrear el verdadero alcance de esta patología. 

Las manifestaciones exteriores del mal hacían también que pudiera confundirse con otra enfermedad. Al principio, los síntomas consistían en ulceraciones en los órganos sexuales, que luego desaparecían ya que la sífilis permanecía latente en un periodo que podía ir de los 3 a los 30 años causando debilidad general. Debido a este intervalo tan potencialmente extenso, otras enfermedades podían afectar fatalmente al sifilítico, por lo que la cusa de defunción sería otra. Presenta también ulceraciones en distintas fases de la enfermedad en la cara y el cuerpo, además de otros síntomas, por lo que también era visible.


Efectos de la sífilis 



Su origen como enfermedad de transmisión sexual no está claro. Hay escritos también que relacionan la extensión de la sífilis con la desbandada del ejército francés de Carlos de VII en las guerras italianas a finales del siglo XV. En cualquier caso, la enfermedad era vista en general en la Europa moderna como un mal que traía el “otro” (en España por ejemplo era conocida como el “mal francés”).

Una de las posibilidades es que otra enfermedad similar, el pian, causada por el Treponema pertenue fuera contagiada a los españoles en las islas del caribe por los indios tainos y de ahí Treponema pertenue mutara en Treponema pallidum que es la sífilis venérea que sería exportada primero a Europa y luego al resto del mundo, aunque los informes de Colón no mencionan nada en este sentido. Parece que esta versión fue difundida por Gonzalo Fernández de Oviedo, que desempeño importantes cargos en la América española durante el siglo XVI. Él y sus socios consiguieron de Carlos I un monopolio por el cuál podía importar madera de guayaco, que pensaba que era un remedio milagroso para la sífilis, que empezaba a hacer mella en las élites de Europa, evidentemente el remedio era falso. No fueron solo Oviedo y sus socios los únicos que se lucraron, escritores, impresores y libreros también se hicieron de oro gracias a la demanda de nueva información sobre una enfermedad que no aparecía en los textos antiguos, por lo que empezaron a proliferar las obras al respecto. Otros beneficiados fueron los barberos cirujanos, que administraban un letal tratamiento a base de mercurio contra la enfermedad.


Efectos de la sífilis


Otra de las consecuencias de este mal fue un cambio en la sociabilidad y en las mentalidades. Desde esferas religiosas, tanto católicas como reformadas, se promulgaba el cierre de baños de vapor o burdeles, así como se creaba toda una nueva doctrina sobre el sexo en general, y especialmente en lo referente a las relaciones extramatrimoniales por lo que las consecuencias de la llegada de la Sífilis fueron de más alcance de lo que uno podría pensar en un primer momento.


Efectos de la sífilis