El triunfo de la muerte

El triunfo de la muerte

lunes, 15 de diciembre de 2014

La Peste

La peste del siglo XIV fue la plaga más grave que asoló Europa desde la antigüedad tardía y la famosa peste de Justiniano. En Europa exterminó a un tercio de la población según estimaciones, ya que las fuentes confiables son escasas. No solo afectó a Europa, sus efectos se dejaron sentir también en el mundo musulmán, ya que los barcos genoveses cargados con ratas infectadas que huían del asedio de Caffa no solo recalaron en puertos europeos, muchos se refugiaron en Alejandría y otros puertos mediterráneos. En Oriente Medio murió a causa de esta epidemia entre un tercio y un cuarto de la población. 

El triundo de la muerte, por Peter Brueghel el Viejo (1562. Museo del Prado.

La diferencia principal entre estas dos áreas – Europa y Oriente Medio – es la capacidad para responder ante este problema y poner en marcha medidas funcionales para combatir el mal. En Europa, a partir de 1450, la peste dejó de tener un impacto tan grave sobre la población si exceptuamos algunos brotes puntuales durante toda la edad moderna, en Oriente Medio, al contrario, la peste siguió impidiendo el crecimiento de la población hasta bien entrado el siglo XIX.

Extensión de la epidemia

Las pestes durante la edad moderna fueron más virulentas en las ciudades debido a que es en ellas donde es más fácil contagiarse, es por ello que no eran infrecuentes los episodios violentos en las zonas rurales contra aquellos que huían de las ciudades intentando salvarse.

Uno de los muchos problemas que surgieron a la hora de combatir la peste es la actitud que tenían los gobernantes entonces, ya que, influidos por una cosmovisión cristiana, pensaban que el origen de la peste era moral, es decir, era un castigo divino. Esto se suma a la concepción que se tenía acercad de la relación entre Dios y el hombre, que estaba definida por una especie de contrato en el que éste último era el centro de un gran plan, por lo que resulta impensable que una enfermedad que afectaba a un animal inferior como las ratas pudiera afectar a un hombre. Vemos aquí un desprecio absoluto hacia la observación empírica (considerada también como algo propio de campesinos, artesanos o de gentes de clases bajas) que impedía por una parte establecer una relación de la rata con la peste y a su vez con el contagio en humanos y por la otra el establecimiento de una respuesta eficiente que impidiera la monstruosa mortalidad causada. No olvidemos que nos encontramos en tiempos precientíficos: la medicina aún se encontraba dentro del paradigma antiguo, siguiendo las enseñanzas de Hipócrates o Galeno, según los cuales, esta enfermedad en concreto estaba causada por el aire contaminado (miasma), por lo que las medidas tomadas consistían en recoger las inmundicias que había en la ciudad (entrañas de los animales de las carnicerías, excrementos, etc.) y arrojarlas fuera de ella, así como expulsar a personas consideradas moralmente contaminantes, como las prostitutas. Siguiendo esta línea, en los primeros momentos de expansión de la peste de 1348, se organizaban grandes procesiones multitudinarias de penitentes, en las que probablemente hubo muchos contagios, para mostrar el afligimiento por los pecados cometidos ante Dios, es solo un ejemplo de cómo una concepción errónea no solo no ayuda a combatir el problema sino que puede incluso actuar como agravante. Hay que tener en cuenta que esa es la poco acertada información que tenían las élites, la población general, especialmente los que vivían en el medio rural, que eran mayoría achacaban a demonios y almas errantes el contagio de la enfermedad.

La peste negra en Finlandia en 1350, por Hugo Simberg (1906) 


Los primeros controles que tuvieron algo de efectividad  fueron aplicados en la Italia renacentista, en cuyas ciudades el movimiento humanista iba ganando terreno a la ortodoxia católica. En Florencia por ejemplo fueron aplicadas las siguientes medidas:
  • Control de los movimientos humanos
  •  Sepultura de los muertos en fosas comunes designadas y destrucción de objetos personales
  • Aislamiento de los potenciales infectados y garantía de atención médica y comida a cargo de la ciudad
  • Mantenimiento de aquellos afectados por el cierre de mercados y prohibición de otros actos multitudinarios como las procesiones y otras concentraciones de personas


Estas medidas como es de suponer, tenían un coste muy alto, que por supuesto no pagaba la aristocracia, que estaba exenta del pago de impuestos, sino que la carga impositiva recaía mayoritariamente en el pueblo llano, lo que provocaba frecuentes desórdenes, ante los que las autoridades respondían con dureza. Un ejemplo de esto es el lema que la ciudad de Palermo adoptó en 1576 en un brote pestífero: Oro, Fuego y Horca. Oro para pagar los costes, fuego para los objetos de los infectados y horca para quien lo cuestionase.

Una medida bastante común la Italia septentrional del renacimiento, pero no solo, consistía en la creación de casas especialmente construidas para albergar y concentrar a los apestados en ellas, con las previsibles consecuencias de mortandad catastrófica, un ejemplo de esto lo tenemos en la peste que asoló Génova en 1656, llegando la tasa de mortalidad al 70% de la población debido a este tipo de actuaciones.

Hospital de Apestados, por Francisco de Goya (ca. 1808 - 1810). Colección Marqués de la Romana, Madrid.


Por supuesto estas medidas encontraban resistencia, amparadas por las creencias populares, pues no se podía esperar que la sociedad de aquella época,  inmersa en un paradigma de conocimiento muy distinto que ya hemos descrito someramente pudiese llegar a comprender el porqué de su aplicación. Mucha gente hacía caso omiso de las órdenes relativas a los enterramientos y daban sepultura a sus muertos por su cuenta. Mencionar también las consecuencias que podía llegar a tener el cerrar los centros de sociabilidad como las tabernas o el dejar sin sustento a mucha gente cuyas actividades económicas se veían totalmente interrumpidas en una cuarentena.

La peste y la aplicación de las citadas medidas fueron un elemento catalizador de las formas de poder en la edad moderna, ya que estas medidas autoritarias reafirmaron el poder de quienes las ponían en marcha, pues su aplicación requería de un gran control político y jurídico, y no olvidemos tampoco que la peste afectaba a todos, por lo que las aristocracias también se verían afectadas por ellas. Esta respuesta se aplicó primero como decíamos en Italia y no llegaron a Europa hasta muchos años después, coincidiendo con el proceso de creación y afianzamiento del estado moderno. Esto es debido a la diferencia que hay entre poner estas medidas en práctica en una ciudad, que en un país entero.

Los brotes de peste podían tener también consecuencias en un ámbito más macro, hasta el punto de provocar su decadencia, un ejemplo de ello son las alteraciones de Venecia del siglo XVII, en 1629, los oligarcas venecianos ignoraron el aviso de que la peste se acercaba y juzgaron innecesaria la aplicación de un cordón sanitario (que podía tener nefastas consecuencias para una ciudad comercial), propagándose finalmente hacia la ciudad y acabando con una gran parte de su población. Esto provocó el abandono de las posiciones comerciales venecianas en el Mediterráneo Oriental, lo que fue aprovechado por comerciantes ingleses y holandeses. Venecia nunca pudo recuperarse, entrando en una larga decadencia.

A partir del siglo XVII, las élites gobernantes se percataron de que las medidas contra la peste daban resultado si se aplicaban en una zona lo suficientemente grande. Esto coincidió con el cambio de mentalidad que supuso el fin de la guerra de los 30 años y un nuevo orden internacional. Ahora los ejércitos iban a ser profesionales y se establecían ciertas reglas de la guerra para evitar los terribles actos que habían sucedido en el citado conflicto.

Las medidas ya han sido comentadas con anterioridad, y son paralelas a la centralización del estado. Incluyen el control de los caminos entre regiones sanas e infectadas en combinación con cuarentenas marítimas. Esto hará que la peste se repliegue entre finales del siglo XVII y principios del XVIII.

Una de las medidas que hay que destacar por sus consecuencias ideológicas es el control de fronteras entre Europa Central y el Imperio Otomano y el Levante, donde la peste aún prevalecía, lo que originó una brecha ideológica entre el Occidente cristiano, civilizado y libre de peste y un Oriente Medio musulmán, primitivo y enfermo.

Grabado en madera inglés sobre la Peste Negra. 1656.

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