La peste del
siglo XIV fue la plaga más grave que asoló Europa desde la antigüedad tardía y
la famosa peste de Justiniano. En Europa exterminó a un tercio de la población
según estimaciones, ya que las fuentes confiables son escasas. No solo afectó a
Europa, sus efectos se dejaron sentir también en el mundo musulmán, ya que los
barcos genoveses cargados con ratas infectadas que huían del asedio de Caffa no
solo recalaron en puertos europeos, muchos se refugiaron en Alejandría y otros
puertos mediterráneos. En Oriente Medio murió a causa de esta epidemia entre un
tercio y un cuarto de la población.
El triundo de la muerte, por Peter Brueghel el Viejo (1562. Museo del Prado.
La
diferencia principal entre estas dos áreas – Europa y Oriente Medio – es la
capacidad para responder ante este problema y poner en marcha medidas funcionales
para combatir el mal. En Europa, a partir de 1450, la peste dejó de tener un
impacto tan grave sobre la población si exceptuamos algunos brotes puntuales
durante toda la edad moderna, en Oriente Medio, al contrario, la peste siguió
impidiendo el crecimiento de la población hasta bien entrado el siglo XIX.
Extensión de la epidemia
Las pestes
durante la edad moderna fueron más virulentas en las ciudades debido a que es
en ellas donde es más fácil contagiarse, es por ello que no eran infrecuentes
los episodios violentos en las zonas rurales contra aquellos que huían de las
ciudades intentando salvarse.
Uno de los muchos problemas que surgieron a la hora de combatir la peste es la actitud que tenían
los gobernantes entonces, ya que, influidos por una cosmovisión cristiana,
pensaban que el origen de la peste era moral, es decir, era un castigo divino.
Esto se suma a la concepción que se tenía acercad de la relación entre Dios y
el hombre, que estaba definida por una especie de contrato en el que éste
último era el centro de un gran plan, por lo que resulta impensable que una
enfermedad que afectaba a un animal inferior como las ratas pudiera afectar a
un hombre. Vemos aquí un desprecio absoluto hacia la observación empírica
(considerada también como algo propio de campesinos, artesanos o de gentes de
clases bajas) que impedía por una parte establecer una relación de la rata con
la peste y a su vez con el contagio en humanos y por la otra el establecimiento
de una respuesta eficiente que impidiera la monstruosa mortalidad causada. No
olvidemos que nos encontramos en tiempos precientíficos: la medicina aún se
encontraba dentro del paradigma antiguo, siguiendo las enseñanzas de Hipócrates
o Galeno, según los cuales, esta enfermedad en concreto estaba causada por el
aire contaminado (miasma), por lo que
las medidas tomadas consistían en recoger las inmundicias que había en la
ciudad (entrañas de los animales de las carnicerías, excrementos, etc.) y
arrojarlas fuera de ella, así como expulsar a personas consideradas moralmente
contaminantes, como las prostitutas. Siguiendo esta línea, en los primeros
momentos de expansión de la peste de 1348, se organizaban grandes procesiones
multitudinarias de penitentes, en las que probablemente hubo muchos contagios,
para mostrar el afligimiento por los pecados cometidos ante Dios, es solo un
ejemplo de cómo una concepción errónea no solo no ayuda a combatir el problema
sino que puede incluso actuar como agravante. Hay que tener en cuenta que esa
es la poco acertada información que tenían las élites, la población general,
especialmente los que vivían en el medio rural, que eran mayoría achacaban a
demonios y almas errantes el contagio de la enfermedad.
La peste negra en Finlandia en 1350, por Hugo Simberg (1906)
Los primeros
controles que tuvieron algo de efectividad
fueron aplicados en la Italia renacentista, en cuyas ciudades el
movimiento humanista iba ganando terreno a la ortodoxia católica. En Florencia
por ejemplo fueron aplicadas las siguientes medidas:
- Control de los movimientos humanos
- Sepultura de los muertos en fosas comunes designadas y destrucción de objetos personales
- Aislamiento de los potenciales infectados y garantía de atención médica y comida a cargo de la ciudad
- Mantenimiento de aquellos afectados por el cierre de mercados y prohibición de otros actos multitudinarios como las procesiones y otras concentraciones de personas
Estas
medidas como es de suponer, tenían un coste muy alto, que por supuesto no
pagaba la aristocracia, que estaba exenta del pago de impuestos, sino que la
carga impositiva recaía mayoritariamente en el pueblo llano, lo que provocaba
frecuentes desórdenes, ante los que las autoridades respondían con dureza. Un
ejemplo de esto es el lema que la ciudad de Palermo adoptó en 1576 en un brote
pestífero: Oro, Fuego y Horca. Oro para pagar los costes, fuego para los
objetos de los infectados y horca para quien lo cuestionase.
Una medida
bastante común la Italia septentrional del renacimiento, pero no solo,
consistía en la creación de casas especialmente construidas para albergar y
concentrar a los apestados en ellas, con las previsibles consecuencias de
mortandad catastrófica, un ejemplo de esto lo tenemos en la peste que asoló
Génova en 1656, llegando la tasa de mortalidad al 70% de la población debido a este tipo de actuaciones.
Hospital de Apestados, por Francisco de Goya (ca. 1808 - 1810). Colección Marqués de la Romana, Madrid.
Por supuesto
estas medidas encontraban resistencia, amparadas por las creencias populares, pues no se podía esperar que la sociedad de aquella época, inmersa en un paradigma de conocimiento muy
distinto que ya hemos descrito someramente pudiese llegar a comprender el porqué
de su aplicación. Mucha gente hacía caso omiso de las órdenes relativas a los
enterramientos y daban sepultura a sus muertos por su cuenta. Mencionar también
las consecuencias que podía llegar a tener el cerrar los centros de
sociabilidad como las tabernas o el dejar sin sustento a mucha gente cuyas
actividades económicas se veían totalmente interrumpidas en una cuarentena.
La peste y
la aplicación de las citadas medidas fueron un elemento catalizador de las
formas de poder en la edad moderna, ya que estas medidas autoritarias
reafirmaron el poder de quienes las ponían en marcha, pues su aplicación
requería de un gran control político y jurídico, y no olvidemos tampoco que la
peste afectaba a todos, por lo que las aristocracias también se verían
afectadas por ellas. Esta respuesta se aplicó primero como decíamos en Italia y
no llegaron a Europa hasta muchos años después, coincidiendo con el proceso de
creación y afianzamiento del estado moderno. Esto es debido a la diferencia que
hay entre poner estas medidas en práctica en una ciudad, que en un país entero.
Los brotes
de peste podían tener también consecuencias en un ámbito más macro, hasta el
punto de provocar su decadencia, un ejemplo de ello son las alteraciones de
Venecia del siglo XVII, en 1629, los oligarcas venecianos ignoraron el aviso de
que la peste se acercaba y juzgaron innecesaria la aplicación de un cordón
sanitario (que podía tener nefastas consecuencias para una ciudad comercial),
propagándose finalmente hacia la ciudad y acabando con una gran parte de su
población. Esto provocó el abandono de las posiciones comerciales venecianas en
el Mediterráneo Oriental, lo que fue aprovechado por comerciantes ingleses y
holandeses. Venecia nunca pudo recuperarse, entrando en una larga decadencia.
A partir del
siglo XVII, las élites gobernantes se percataron de que las medidas contra la
peste daban resultado si se aplicaban en una zona lo suficientemente grande.
Esto coincidió con el cambio de mentalidad que supuso el fin de la guerra de
los 30 años y un nuevo orden internacional. Ahora los ejércitos iban a ser
profesionales y se establecían ciertas reglas de la guerra para evitar los
terribles actos que habían sucedido en el citado conflicto.
Las medidas
ya han sido comentadas con anterioridad, y son paralelas a la centralización
del estado. Incluyen el control de los caminos entre regiones sanas e
infectadas en combinación con cuarentenas marítimas. Esto hará que la peste se
repliegue entre finales del siglo XVII y principios del XVIII.
Una de las
medidas que hay que destacar por sus consecuencias ideológicas es el control de
fronteras entre Europa Central y el Imperio Otomano y el Levante, donde la
peste aún prevalecía, lo que originó una brecha ideológica entre el Occidente
cristiano, civilizado y libre de peste y un Oriente Medio musulmán, primitivo y
enfermo.
Grabado en madera inglés sobre la Peste Negra. 1656.
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